Mi despedida más dura.

Nada te prepara para ser madre, ni para el parto. Mucho menos nada te prepara para parir a un hijo que no tendrás.

Nunca había soñado con ser madre, de hecho, nunca había tenido instinto maternal.

Pero vi ese positivo aquel 2 de octubre de 2022, lo vi y nuestra vida cambió.

Sentí miedo y eché a llorar, miedo por todo, miedo por cómo iba a cambiar mi vida, miedo por no saber hacerlo bien.

Y el tiempo empezó a pasar y yo empecé a sentir y empecé a verme, a verle.

Las semanas pasaban y todo iba bien, lo contamos a amigos y familiares. La alegría se respiraba hasta en la oficina. Todos mis seres queridos estaban felices y me acompañaban.

Pasamos el primer trimestre con éxito. Con más náuseas y malestar que otra cosa, pero mi bebé estaba sano.

Y de repente, empecé a sentirle, notaba sus movimientos, notaba que me escuchaba y explotaba de felicidad.

Yo, que nunca había querido ser madre. Yo, que no había tenido esa necesidad de querer crear vida.

Yo, que de repente estaba experimentado un sentimiento inexplicable.

Y llegó la Eco 20, una felicidad tremenda me inundaba el alma. Iba a ver a mi bebé y me confirmarían el sexo.

Sinceramente nunca quise saberlo, pero a mi pareja le hacía mucha ilusión. Entonces me inundó con su ilusión.

Ese día, recuerdo estar feliz en la oficina, pensando en ver a mi bebé. A ese bebé que llevaba sintiendo cada día desde hacía dos semanas.

Y llegó el momento, nos confirmaron que iba a ser nena. Mi Macarena pensé, mi niña.

Pero de repente la expresión de la doctora cambió, y mi mundo se volvió negro.

Mi niña venía mal, me tenían que derivar de urgencias para hacerme unas pruebas. Y ahí empezó la pesadilla. Mi pesadilla. Nuestra pesadilla.

Empecé a vivir todo como si estuviera en una película, me hice un análisis de ADN fetal del que me habían hablado, miré en mil sitios para hacerme una ecografía privada y buscar una segunda opinión.

Por suerte, porque quiero pensar que dentro de tanta oscuridad tuve la suerte, dimos con un doctor al que siempre agradeceré el trato tan humano, profesional y cercano que nos dio.

El Doctor nos explicó, empatizó y nos acompañó durante el proceso más duro de nuestras vidas.

Continuar con mi embarazo no era viable, mi niña no podía venir así al mundo. No era justo hacerle pasar a ella el sufrimiento de vivir o intentarlo de esa forma. Su corazoncito no aguantaría, su cerebro no estaba bien tampoco, no iba a ver bien ni oír y yo, yo no podía dejar de sentir como si me estuvieran arrancando el corazón.

Y es que nadie te explica, que el amor de madre te nace desde el momento en el que te enteras de que vas a serlo.

De que ese amor se va multiplicando conforme vas sintiendo ese cambio en tu cuerpo. Y ese amor explota cuando empiezas a notarle.

El amor de madre va más allá de todo. Porque si, fui madre de un bebé que no llegó a vivir pero que si parí.

Fui madre de una niña que tuvo que irse antes de llegar. De una niña a la que no pude darle todo el amor que tenía para ella.

Fui madre, la hice, la sentí, la perdí y la parí.

Y eso es así.

Tuve a mi hija el 19 de enero de 2023, sentí como salía dentro de mí y como se iba de este mundo.

La toqué, la sentí, la puse en mi pecho y la vi. Tan chica, tan bonita, un ángel para esta vida.

Me despedí de ella, le di un beso y así, una parte de mí también se fue con ella. Con mi Macarena.

En un momento tan duro nada te consuela.

Porque no, no me consuela que me digan que soy joven. Porque sé que soy joven, pero eso no cambia el hecho de que no podré tener y criar a mi Macarena.

No me consuela ni me consolará nada en una situación así.

Solo me queda aprender a vivir con ello y aceptar una realidad que viven muchas mujeres, pero se silencia.

Muchas somos madres sin poder tener a nuestros hijos.

Muchas sentimos ese dolor tan profundo que no desaparece teniendo otro hijo.

Ese dolor con el que viviré siempre, mi dolor.

Ojalá las cosas no se hubieran dado así, ojalá hubiera llegado ese 3 de junio de 2023 y yo hubiese tenido a mi Macarena, sana, en mis brazos. Pero la vida viene como viene y solo queda aceptar según qué situaciones y continuar.

Continuar, sin tapar ese dolor y sin olvidar, continuar aprendiendo a vivir con ello.

Mi niña no estará conmigo, no estará con su padre, pero nosotros la tendremos siempre presente.

No te pudimos criar, pero te quisimos con un amor tan profundo que sólo sienten los padres.

Ojalá en otra vida si te pueda cuidar. ♥️✨