El duelo es una respuesta natural y saludable ante la pérdida de un ser querido, que también puede manifestarse ante otros tipos de pérdida –de un trabajo, una mascota o la ruptura de una relación, entre otros acontecimientos vitales.

Perder a un ser querido implica no solo una pérdida parcial de nuestra propia identidad y roles sociales (de madre, padre, hermana, hermano, abuela, abuelo, tía, tío…) sino también la privación de un proyecto de vida, de parte de nuestro futuro y también la desaparición de fuentes de apoyo emocional y económico.

En el duelo perinatal aparecen la mayoría de estas mismas dificultades pero en el contexto particular de la pérdida de un bebé durante el embarazo y poco después de nacer. A diferencia de la definición biológica del periodo perinatal, que se extiende desde la semana 22 del embarazo hasta 28 días de vida, el duelo perinatal abarca la pérdida en cualquier momento del embarazo, incluida la interrupción del embarazo por motivos médicos

La intensidad de la experiencia de duelo tras la pérdida de un bebé puede variar mucho entre dolientes, pero es importante reconocer que este suele ser mucho más influido por la historia personal de la mujer y su pareja que por la edad gestacional del bebé. 

Hay muchas maneras distintas de entender el duelo, algunas que ya se consideran obsoletas, pero que persisten en el imaginario popular, y otras más nuevas y emergentes. Aquí intentamos resumir estas perspectivas mediante una serie de preguntas para comprender la naturaleza del duelo y las características particulares del duelo perinatal.

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Reacciones comunes comunes al duelo perinatal

La muerte de un ser querido puede traer varias respuestas emocionales y físicas. Sin embargo, en el contexto de la muerte perinatal, también debemos tener en cuenta el aspecto fisiológico del embarazo, el parto y posparto. Aunque tratamos estas respuestas de forma separada, es aconsejable recordar que lo emocional y corporal están interconectados.

Respuestas emocionales

A continuación, describimos con más detalle algunas de las principales respuestas emocionales:

Shock, incredulidad, insensibilidad o sensación de despersonalización: recibir la noticia de que un bebé ha muerto o que va a morir puede provocar un estado de shock, incredulidad e insensibilidad. A veces resulta difícil aceptar el diagnóstico transmitido por los profesionales sanitarios –parece imposible– y es frecuente buscar razones lógicas para refutarlo.

Tristeza, vacío y anhelo: es muy frecuente que la muerte de un bebé cause una profunda sensación de tristeza y pérdida. Esta tristeza puede manifestarse a través de un gran vacío y anhelo y a través de síntomas físicos, como llantos intensos, y respuestas al estrés, como la fatiga, cambios en el apetito y trastornos del sueño. 

Culpa, remordimiento y enojo: después de la muerte de un bebé es muy habitual buscar motivos, pensar en todo lo que puede haberse hecho mal y culpabilizarse o enojarse consigo misma, con la pareja, con los profesionales sanitarios, con familiares, con la situación e incluso con el propio bebé que falleció.

Ansiedad, vulnerabilidad, impotencia y miedo: el trauma que supone la muerte de un bebé puede hacer sentir que el mundo, tal y como se conocía, se derrumba de repente provocando sentimientos de miedo y vulnerabilidad.

Soledad y aislamiento: después de la muerte de un bebé, es posible sentir la necesidad de aislarse para darse tiempo de asimilar lo sucedido. Sin embargo, también es común sentirse distante de los demás por varios motivos, como la vergüenza o el deseo de evitar preguntas incómodas, el evitar encontrarse con bebés o niños jóvenes de familiares o amigos, sentir que el entorno no puede comprender la profundidad del duelo, o simplemente porque el impacto de la muerte hace que el mundo cambie tanto que resulta difícil relacionarse con los demás. En algunas ocasiones el aislamiento es una forma de protegerse ante interacciones dolorosas con el entorno sociofamiliar y la ruptura de algunas relaciones.

Envidia: es una de las emociones más difíciles de gestionar en un duelo perinatal, un sentimiento de tristeza o enojo que experimenta la persona que desearía tener para sí misma algo que otra posee y en este caso, ver a otras mujeres embarazadas o disfrutando de la crianza de sus bebés remueve profundamente el posparto de la persona cuyo bebé ha muerto. A menudo este tipo de vivencia viene acompañado de sentimientos de culpa y una tendencia a aislarse del entorno para protegerse. Sin embargo, hay que entender que es una respuesta normal que disminuye con el paso del tiempo y que el entorno comprenderá los motivos de no querer pasar tiempo con madres gestantes, bebés o niños pequeños durante un tiempo. 

Respuestas físicas: efectos en el cuerpo

Es común que el duelo provoque respuestas físicas, como la fatiga, cambios en el apetito, sensación de vacío en el estómago, opresión en el pecho, trastornos del sueño, hipersensibilidad al ruido, falta de aire, debilidad muscular, sequedad de boca y falta de energía, entre otras. Lo más habitual es que sean normales y parte del proceso de adaptarse a la muerte. 

Estas respuestas pueden ocurrir de forma simultánea e incluso parecer contradictorias y confusas, además de cambiar con el paso del tiempo y variar significativamente en su intensidad, por ejemplo, cuando se acercan fechas importantes.

Además de estas reacciones, en la madre, respuestas fisiológicas como la producción de hormonas y los cambios físicos, así como la sensación física de haber parido, son muy desconcertantes al estar con los brazos vacíos y preparada para cuidar de su bebé. Aparte de la subida de leche, es muy común, por ejemplo, tener la sensación de percibir las patadas del bebé, ya que durante el embarazo una madre se acostumbra a sentirlas. Estos cambios en el cuerpo de la madre van disminuyendo a medida que pasa el puerperio, lo que puede ayudar a ir aceptando la nueva realidad y a que el duelo avance.
Puedes leer más sobre lactancia y cuidados posparto en nuestra página dedicada.

Manteniendo el vínculo con el bebé fallecido: el concepto de continuidad del vínculo

En el pasado era común pensar que el objetivo del duelo era conseguir un desapego emocional de la persona fallecida para así volver a una vida normal. Sin embargo, hoy en día se reconoce que muchas personas dolientes mantienen una fuerte conexión con la persona fallecida y que lo más habitual es que sea saludable y no un síntoma patológico. En otras palabras: después de la muerte, seguimos ejerciendo nuestros roles sociales (de madre, padre, hermano, hermana, etc.) y responsabilidades aunque ahora con una persona fallecida. 

Como en muchas relaciones, la intensidad y dinámica de estos vínculos suelen cambiar con el paso del tiempo. Es común que los dolientes conversen con las personas fallecidas y que encuentren consuelo en sentirles cerca, mediante objetos o lugares importantes, por ejemplo. 

Sin embargo, es crucial tener la posibilidad de hablar de las personas fallecidas en su entorno cercano o que tengan una presencia y reconocimiento en el entorno social. En el contexto de la muerte perinatal, los objetos, fotografías y rituales como pasar tiempo con el bebé después del nacimiento son claves para este tipo de proceso por dos motivos: a) permiten a la madre y su pareja ejercer su rol social y responsabilidades hacia su hijo o hija y b) estos objetos y actos se convierten en recursos con lo cual darle al hijo o hija un lugar en su entorno social. 

En general, no pensamos que mantener una «continuidad del vínculo» con la persona fallecida sea problemático mientras no afecte a la capacidad de vivir una vida normal.

El modelo dual, por su parte, aboga por un punto intermedio entre estas dos últimas ideas, proponiendo que es normal que la persona doliente vacile entre pasar mucho tiempo en duelo, rumiando sobre la persona fallecida, y en otros momentos descansar de ello y enfocarse en la restauración y adaptación a la muerte.

El proceso de duelo: ¿recuperación o transformación?

Otra perspectiva un poco anticuada es la idea de que el duelo tiene un fin, un punto en el cual la persona se ha recuperado y vuelve a ser como antes. Por tanto, si el duelo persiste más allá de cierto punto en el tiempo puede ser entendido como una sintomatología de patología, un duelo prolongado. 

Hoy en día, se reconoce que el duelo es muy variable entre personas y que puede perdurar mucho en el tiempo, aunque esto no significa que tenga siempre la misma intensidad. Más bien, tanto el duelo como la persona doliente cambian con el paso del tiempo. Es decir, el duelo tiene un aspecto dinámico y transformativo. 

Desde este punto de vista, es más bien una cuestión de aprender a vivir con el duelo y la muerte, y podemos entenderlo como un proceso de reconstruirse ante la pérdida; de encontrar significado, sentido o incluso algún beneficio en la muerte y de resolver grandes cuestiones como: ¿quién soy yo ahora en relación a mí mismo, mi entorno y la persona fallecida? 

Para que esta experiencia pueda asimilarse e integrarse en la narrativa personal, es fundamental que no se construya en aislamiento sino en negociación con los otros integrantes del entorno.

Sin embargo, cuando una muerte ha sido traumática, inesperada o violenta puede ser muy difícil darle sentido o encontrar un beneficio, y tampoco debemos entender esto como un fracaso en el proceso de duelo.

¿Las fases del duelo?

Algunos autores e investigadores han promovido la idea de que el duelo pasa por varias fases como la negación, el enfado, la negociación, la depresión y la aceptación o el impacto, anhelo, confusión y transformación. Otros han identificado ‘tareas’ que el doliente debe cumplir para adaptarse al duelo: aceptación de la realidad de la pérdida, experimentar el dolor de la pérdida, adaptación al mundo sin la persona fallecida y establecer una conexión duradera con la persona fallecida a la vez que continuar con una nueva vida. 

Para algunas personas pensar el duelo en términos de fases puede resultarles útil, pero esta perspectiva ha sido ampliamente criticada por varios motivos. Por una parte, parece ser una sobresimplificación de un proceso complicado que muestra mucha variabilidad entre personas, tanto por su propia historia personal y relación con la persona fallecida como por factores culturales. Por otra parte, y si queremos hablar de fases, el duelo suele ser algo más caótico – no lineal y ordenado – en el cual las personas dolientes saltan fases o vuelven a ellas, incluso múltiples veces. 

En este sentido, pensar en fases puede ayudar, pero también puede generar frustraciones y preocupaciones innecesarias y ser contraproducente.

Impacto de la desautorización social en el duelo perinatal

En el contexto de la muerte perinatal, y especialmente la que ocurre durante el embarazo, es frecuente que la idea de “persona” en referencia al bebé sea cuestionada por el entorno y la sociedad y por tanto también la identidad de madre o padre. Sin embargo, la personalidad social no es equivalente a la personalidad jurídica, y el impacto del bebé gestante se evidencia en los cambios de su entorno y el comportamiento de su red. Es evidente que las madres, los padres y otros familiares desarrollan fuertemente sus identidades durante el embarazo –aunque con mucha variabilidad entre personas y culturas –llegando a invertir mucha energía en esta nueva relación. De hecho, la sociedad lo demanda. 

Dicho sencillamente, la desautorización del duelo por parte de la sociedad o del entorno sociofamiliar impide procesos normales de duelo. Si es saludable hablar de lo ocurrido y la persona fallecida y tener un lugar seguro donde expresar emociones normales –como la tristeza, enfado, miedo y culpa– el silencio y el silenciamiento del entorno actúan para reducir estos espacios y limitar la expresión normal del duelo. 

En el contexto del duelo perinatal, el silencio y el silenciamiento puede manifestarse tanto en el entorno sociofamiliar e instituciones públicas como en el sistema sanitario mediante la falta de apoyo adecuado y el uso de tópicos y consejos que minimizan el significado de la muerte.

En efecto, es una desautorización del derecho de estar en duelo que cuestiona de forma implícita o explícita la validez de la muerte y la identidad social de la persona fallecida o las personas dolientes. En este sentido, imposibilita los aspectos sociales del proceso de dar significado a la muerte y de mantener un vínculo social con la persona fallecida.

A nivel sociocultural, podemos entender que la invalidación del duelo perinatal está marcado por dinámicas de género y la invisibilización de muchos aspectos de las vidas reproductivas de las mujeres y sus necesidades médicas.

¿Las demás sienten igual que yo, debería compararme con otras personas en duelo?

La respuesta simple a esta pregunta frecuente es: sí y no. 

Por una parte, las madres y los padres que han perdido un bebé comparten mucho con otros en la misma situación. No solo por las circunstancias de la muerte, sino también porque a menudo viven en la misma sociedad y cultura (si hablamos de sociedades europeas y occidentales, por ejemplo), que dicta cómo se debe entender el duelo y la muerte y qué es ser buenas madres y buenos padres.

Por otra parte, como hemos descrito arriba, las preguntas fundamentales a las que uno se enfrenta en el duelo son similares entre las personas dolientes: ¿cómo darle sentido?, ¿cómo entenderlo?, ¿quién soy yo ahora?,¿qué lugar darle a la persona fallecida en mi vida? y ¿cómo relacionarme con mi pareja, otros niños, familia y amigos?

Sin embargo, aunque nuestras vidas estén enmarcadas en culturas similares, la historia de cada persona y el contexto de la muerte tienen diferencias importantes (la edad de la madre o padre, tener otros hijos vivos o no, haber experimentado otras pérdidas anteriores, la relación con la pareja y la familia, la calidad de la atención sanitaria, el historial de salud, las creencias espirituales o religiosas, entre muchas otras) que hacen que la historia de duelo sea única para cada persona.

En este sentido, aunque puede ser muy valioso enterarnos de las experiencias de los demás —saber que es posible salir adelante o aprender de sus vivencias— también cada persona y familia se enfrenta a la necesidad de escribir su propia historia, de darle su sentido y encontrar su forma de integrar la muerte y a la persona fallecida en sus vidas.

Duelo complicado y su relación con problemas de salud mental

Véase nuestra página dedicada a este tema.

Ayuda psicológica

Aunque hablamos mucho sobre la comunicación con la pareja también queremos comentar que si te encuentras en una situación en la que sientes que necesitas ayuda de un profesional, pídela. Los profesionales pueden ser de una ayuda enorme, pueden ayudar a tranquilizarte y hacerte ver que muchas cosas que sientes son normales ante la pérdida de tu bebé.

Otra opción que ayuda a muchas mujeres y sus parejas son los grupos de apoyo. Puedes encontrar información sobre grupos en España y América del Norte, Central y Sur en nuestra página sobre “Grupos de Apoyo al Duelo Perinatal”.