SER MATRONA
Jane Warland
Matrona, Brisbane, Australia
Traducción: Gemma Rovira
“Lo siento, no hay latido”: ninguna comadrona quiere pronunciar estas palabras, y, sin embargo, casi todas tendrán que decirlas en algún momento de su carrera. La primera vez que yo dije esa frase está marcada a fuego en mi memoria; como lo está, aunque de otra forma, la vez que la oí poco antes de que mi hija Emma naciera sin vida.
La mujer, que era primeriza, se había puesto de parto y había ido a urgencias. Me presenté y la acompañé al box; por el camino íbamos charlando, y ninguna de las dos tenía ni la más mínima sospecha de la tragedia que estaba a punto de producirse. Ayudé a la mujer a tumbarse en la camilla para realizarle una palpación abdominal y, sin dejar de conversar despreocupadamente, procedí a determinar la posición del bebé. Le toqué un pie, e inmediatamente me dio un escalofrío, porque comprobé que no había reacción alguna a la presión. Con el corazón en la boca, cogí el dópler portátil y lo coloqué sobre el hombro anterior, pero no se oía nada. Todavía un poco incrédula, comprobé la batería del aparato, y estaba llena. En voz baja, dije: “Lo siento, no hay latido, voy a pedir que te hagan una ecografía urgente, pero tengo que serte sincera, parece que no va bien”; ahora le tocaba a la mujer mostrarse incrédula. Más tarde me explicó que me tomó por “una inútil y una incompetente”, porque esa misma mañana ella había notado cómo se movía el bebé. Su preciosa hija nació sin vida al cabo de pocas horas, sin una sola marca en su cuerpecito perfecto.
Desde aquel día, he atendido a otras familias que han perdido a su hijo o a su hija en el parto. Como ocurre con los nacimientos vivos, cada parto ha sido diferente y se ha desarrollado en circunstancias diferentes. Pero, a diferencia de lo que ocurre con los cientos de partos vivos a los que he asistido, todavía recuerdo el nombre de todos y cada uno de los bebés nacidos sin vida, los nombres de sus desconsolados padres y las circunstancias del parto; por el contrario, recuerdo muy pocos nombres de bebés nacidos vivos y de padres cuyos bebés nacieron vivos y sanos. ¿Por qué? Bueno, creo que porque el hecho de que coincidan el nacimiento y la muerte siempre es algo memorable; además, considero que es un privilegio enorme acompañar a unos padres en el momento más triste de su vida, cuando ellos son más vulnerables. Siempre les digo a mis alumnos que uno de los papeles claves de las comadronas es el de defensoras, y no existe ningún otro momento en el que sea más importante defender a una mujer y a su familia que cuando el bebé nace sin vida.
Por eso, en el Día International de la Comadrona, al mismo tiempo que celebramos que, normalmente, el papel de la comadrona consiste en “acompañar” a las familias en uno de los momentos más felices de su existencia, también deberíamos recordar a los más de 7.000 bebés que hoy nacerán sin vida en todo el mundo, a sus padres y a sus comadronas, que “los acompañan” en uno de los momentos más tristes.