Héctor

Nuestro hijo, tenía nombre, un nombre que pocas veces me he atrevido a decir en voz alta, Héctor.

Me quedé embarazada de Héctor, cuando nuestro primer hijo Martín, tenía año y medio. Fue una sorpresa, no esperábamos que eso fuese a pasar, porque tenía puesto el DIU. Fui corriendo a urgencias, me extrajeron el DIU sin complicaciones y lo que parecía imposible pasó, estaba embarazada.

Cuidar de Martín no siempre es fácil y tanto mi marido Paco como yo, teníamos claro que era pronto para tener otro bebe. Pero las cosas a veces suceden y pusimos todas nuestras esperanzas e ilusiones en ello.

Yo me encontraba estupendamente, quizás un poco acelerada, pero en general todo fue bastante bien hasta que llegué a la 12 semana. El 31 de mayo, un domingo cualquiera mientras jugaba con Martín, empecé a notar como algo frío me corrían por las piernas….sangre….llamé a mi hermana y a unos amigos para que se quedasen con Martín y, corriendo otra vez a urgencias. Tras la consiguiente ecografía, me dijeron que tenía que hacer reposo pero que todo estaba bien.

A partir de ahí comenzaron mis reposos, hemorragias, visitas a urgencias, enviar a mi hijo lejos de mí, darme de baja en el trabajo….y nuestro bebé seguía resistiendo.

Cual era mi problema….tuve una rotura prematura de la bolsa, pero no fueron capaces o no sé vio claro hasta la semana 21. Habíamos cambiado de hospital por falta de confianza, queríamos otra opinión, pero aunque fue una decisión acertada, todo eso hizo que los plazos se nos fueran de las manos.

Siempre he sabido que Héctor no iba a vivir, pero al pasar el tiempo, los días, las semanas, se iba generando en Paco y en mí cierta expectativa.

Así que, así nos encontramos en la semana 21, rotura de bolsa, ingreso en el hospital y un diagnóstico que cambiaba según el obstetra al que le tocase ese día la ronda. Más o menos había un cierto consenso, pero salvo la primera ginecóloga que nos dijo que esto implicaba que mi embarazo no iba a llegar a término, el resto hablaba de posibilidades.

Así que como en principio no había riesgo de infección, me quede a la espera en la planta de obstetricia rodeada de recién nacidos, quieta y sin moverme claro, sin mi familia y sobre todo sin decidir qué era lo que yo quería.

Si la incertidumbre era insoportable para mí, imaginaros para Paco. Alguna vez le he dicho que lo que él vivió fue mucho peor que lo que yo viví…no sólo tenía que llorar la potencial pérdida de nuestro bebé, tenía que cuidar de Martín, gestionar la ansiedad de toda la familia preocupada, ir a trabajar y pensar en lo que yo estaba pasando. Porque sé a ciencia cierta, que él hubiese pasado todo aquello por mí.

Con mi ingreso en el hospital la cosa se estabilizó…ni infección, ni más pérdida de líquido, pero nuestro bebé tenía que vivir en tres charcos de líquido amniótico- esto no es una licencia poética, fue lo que nos dijo uno de los médicos.

He leído que a los profesionales sanitarios no les enseñan a gestionar bien estas situaciones, pero dé lo que yo me di cuenta es que para ellos también tiene un coste emocional, ellos estudiaron para mejorar y preservar la vida, y la muerte de un bebe es terrible para todos.

Doy las gracias a esos médicos/as que me cuidaron, pero me hubiese gustado que nos hubiesen preguntado desde el principio que era lo que queríamos. Yo querría haber podido decidir en libertad.

Al final, tras un alta y una vuelta al hospital, mi cuerpo dijo basta, ya estaba casi en la semana 24 de embarazo. El recuento de leucocitos subió y decidieron inducirme el parto. Para mí lo peor fue el parto, he leído que ayuda al duelo, pero todavía siento miedo y dolor al recordar cómo me sentía incapaz de empujar. No quería que naciese, porque yo sabía que no viviría. Quizás Paco y yo hubiésemos agradecido más información y poder elegir si estar o no sedada, por ejemplo.

Yo tuve suerte y mi interrupción del embarazo por motivos médicos fue en un hospital público. ¿Pero qué pasa con esos padres y madres que tienen que tomar la peor de las decisiones y encima tienen que irse “clandestinamente” a otros hospitales privados?

Los que hemos vivido la muerte perinatal nos sentimos solos y poco acompañados. Por eso escribo lo que hace un año condicionó para siempre nuestras vidas, para que nuestro testimonio ayude a otros que están pasando por lo mismo y, sobre todo, por hacer un pequeño homenaje a nuestro Héctor, nuestro segundo hijo, el héroe de una aventura que no llegamos a vivir.