Por Julia de Burgos
Como naciste para la claridad te fuiste no nacido.
Te perdiste sereno, antes de mí, y cubriste de siglos la agonía de no verte.
No quisiste la orilla de la angustia ni el porqué de unas horas que pasan lentamente en la vida, sin dejar un sollozo, ni un recuerdo, ni nada.
No quisiste la aurora. Ni quisiste la muerte. Rechazaste el olvido, y en la flauta del aire avanzaste perpetuo.
No quisiste el amor en féretro de olas ni quisiste el silencio que deja el túnel breve donde ha dormido el hombre.
Tuyo, inmensamente tuyo, como naciste para la claridad te fuiste no nacido, nardo entre dos pupilas que no supieron nunca separar el eco de la sombra.
Manantial sin rocíos lastimeros, pie fértil caminando para siempre en la tierra.