Rob es inglés y yo española. En Mayo del 2006 llevábamos 6 años felizmente casados. Habíamos viajado, nos habíamos divertido y teníamos una relación fuerte y establecida, pero sentíamos que nos faltaba algo. Ese algo nos dimos cuenta era una familia y decidimos probar a ir a por el primero. Cuál fue nuestra sorpresa cuando al mes siguiente el test de embarazo dio positivo!
Desde ese momento nuestra ilusión empezó a crecer día a día, a medida que crecía mi tripa también crecían nuestra felicidad y esperanza. Pasé 5 meses de embarazo sin ningún problema, me encontraba mejor que nunca. No probé el alcohol, comía lo más sano posible, andaba a menudo. Me cuidaba todo lo que podía y el embarazo progresaba perfectamente.
A los 5 meses fuimos a la ecografía de anomalía y nos dijeron que el bebé estaba bien, las medidas eran perfectas y era una niña. En ese momento nos relajamos y pensamos que ya habíamos pasado la parte peligrosa del embarazo y ya sólo nos quedaban 4 meses de esperar la llegada de nuestra primera hija. Esos últimos 4 meses sobre todo los pasamos en su gran parte hacienda planes de futuro con nuestra hija: a que colegio la llevaríamos, como sería su personalidad, a quién se parecería, cómo seríamos nosotros como padres, etc.…. Decidimos llamarla Elena, como la bella Elena de Troya.
Todos los días cuando Rob volvía del trabajo hablaba a mi tripa y ella en seguida se movía…conocía la voz de su padre! Incluso lo grabamos en video para demostrárselo a los escépticos familiares. Toda la familia estaba ilusionada con la llegada de Elena al mundo. Sus primos nos mandaban dibujos de como sería la niña. Sus abuelas hacían jerseys de punto y sus tíos llamaban a menudo para ver como iba todo.
Nosotros estábamos cada vez mas contentos e impacientes, un fin de semana montamos la cuna y pintamos la habitación de Elena, otro compramos el carrito, otro la primera ropa y así hasta que lo tuvimos todo preparado. Pasábamos las horas muertas mirando mi tripa moverse y leyendo libros sobre embarazo.
A las 39 semanas, cuando ya sólo me faltaba una semana para salir de cuentas me duche para ir al trabajo y note a Elena moverse como siempre en la ducha. Me fui andando a trabajar y a mitad de camino sentí un gran alivio, como si todo el peso de la tripa hubiera caído. Fue una sensación extraña y ya no me sentía embarazada. Tanto es así que llame a mi marido desde el móvil para decirle que creía que Elena ya se había colocado y llegaría en cualquier momento.
Esa mañana en el trabajo estuve muy liada y no tuve tiempo ni de sentarme hasta la hora de comer. Cuando por fin me senté note que Elena no se movía como siempre a esa hora. Me entro un poco de pánico, pero pensé que nada malo podía pasar tan tarde en un embarazo y seguro que era que se había colocado. De todas maneras tenía médico esa misma tarde y le preguntaría.
Toda la tarde en el trabajo mi angustia crecía, me apretaba la tripa y Elena no se movía. Cuando vino mi marido a buscarme le dije mi preocupación. Lo primero que hizo fue llamar a Elena ya que siempre se movía a su voz. NADA.
Al llegar la consulta le dije al medico que la niña no se había movido en todo el día. Su cara cambió. Saco su Doppler e intento oír el latido pero solo había silencio. Llamó a otro médico y probó con otro Doppler. NADA.
En el hospital me hicieron una ecografía que confirmo las peores noticias de nuestra vida. Nuestra niña querida, amada y deseada había muerto. Ahora tenía que ser fuerte y pasar por un parto como cualquier otra madre, pero además con el dolor de saber que mi niña nunca lloraría. Tendríamos que despedirnos de ella para siempre. El 9 de Marzo de 2007 di a luz a una niña preciosa y perfecta, tan completa y preparada para la vida, pero con los labios azules y la piel marfil. La autopsia no encontró ningún defecto ni explicación a la tragedia.
El año que siguió fue el peor de nuestras vidas. Cada minuto de cada día era difícil. Volver a casa con las manos vacías, ver la cuna vacía…la casa en silencio. La bajada de la leche sin un bebé al que alimentar. El dolor era más profundo y desgarrador de lo que nunca podría haber imaginado. Todo el mundo quería ayudar, pero la tristeza nos superaba.
3 meses después de Elena y ya estábamos embarazados de nuevo. Esta vez el embarazo no hubo ilusión ni alegría, solo tristeza y el miedo mas terrible de que este bebé también podría morirse.
Justo un año después de tener a Elena, en Marzo del 2008 tuvimos a nuestro segundo: Antonio. Trajo mucha alegría, pero también muchos sentimientos contradictorios. La gente creía que ya todo había pasado y Antonio había sido nuestra cura. Sí ahora teníamos una alegría, pero la tristeza de haber perdido a nuestra primera hija seguía y seguirá siempre muy patente. Ver a Antonio crecer es maravilloso, pero también trae muchos sentimientos de lo que su hermana debería haber sido, de como nunca la veremos crecer.
Cuando Antonio tenía unos pocos mese decidimos ir al registro civil Español a registrar a nuestros 2 hijos en el libro de familia. Al llegar la fría mujer al otro lado de la mesa nos dijo muy fríamente que no podía registrar a Elena puesto que no había vivido 24 horas.
Al llegar a casa con el libro de familia donde figuraba Antonio como hijo único las lagrimas empezaron y no las podía parar. Fue como perderla de nuevo. Había llevado a mi hija 9 meses en la tripa, hecho todos nuestros planes de futuro con ella. Dado a luz con dolor y sabiendo que nunca lloraría….y ahora me decían que oficialmente mi hija no existía. Creo que si pudiera registrar a Elena seria un reconocimiento a su corta vida, su cuerpo y alma formado y perfecto no sería en vano. Elena será siempre nuestra Primera hija y Antonio nuestro Segundo. Es ya bastante difícil hacer entender a amigos y familiares lo que se siente….es un sufrimiento en silencio puesto que nadie reconoce la entidad y la existencia de esa personita que se fue antes de nacer. El no poder registrarla es el último insulto.