Soy una mujer de 51 años y madre de 4 hijos, 3 vivos. Y hoy me atrevo a expresarlo de esta manera, pero no siempre ha sido así.
Durante 18 años, la culpa aplastante de haber interrumpido un embarazo a causa de una cromosomopatía, me ha atormentado continuamente.
Ha sido en su 18 aniversario cuando me he atrevido a abrir la carpeta que contenía algunos de los informes y ecografías y concederme el derecho de hablar de mi hijo por su nombre , Kai. Y dejarlo de llamar “la interrupción del embarazo” como si fuese menos hijo que sus tres hermanos.
Leyendo el libro DUELO PERINATAL (Pilar Gomez-Ulla/Manuela Contreras García) estoy pudiendo ser capaz de darle a mi hijo el lugar que se merece. Estoy siendo consciente de no ser una mujer cobarde , por no haber sido capaz de coger a mi hijo en mis brazos y despedirme de él. Que no soy exagerada por no poderme quitar la imagen de dar a luz en una cama de hospital sin otra compañía que la de mi pareja, completamente desatendidos y aterrorizados. Que teníamos todo el derecho del mundo de haber sido informados de todas las opciones en cuanto a cómo recibir a nuestro bebé y recoger recuerdos. A optar a un acompañamiento terapéutico en el duelo y posteriores embarazos.
Durante 18 años he vivido ahogándome para no expresar mi pena, porque tal y como me decían algunas personas en mi entorno…”no pasa nada, eres joven y ya tienes un hijo” , “ en realidad no le habéis conocido” , “ hay que pasar página” , “la vida sigue”…
Si, la vida sigue, con el trauma de haber despedido a un bebé , cuando supuestamente empieza la vida, cuando lo he sentido crecer, moverse, tener hipo… durante meses…
Dice la canción de Rozalen, “todo lo que no se atiende, tarde o temprano reaparece “ y vaya que si resparece…”. No me permití atender mi duelo, lo silencié. La culpa, los introyectos y el sistema me callaron la boca y me impedí ser yo, amorosa y sensible.
Hoy lloro serenamente leyendo testimonios e intentando recuperar historiales y lo poco que conservo de aquella infernal experiencia . Intentando hacer contacto 18 años después y de la mejor manera posible, con lo que no fuí capaz en su momento.
Gracias Umamanita por este espacio de desahogo y comprensión. Por una labor tan bonita e importante como es acompañar desde el amor en un trance tan terrorífico como es la muerte cuando albergas vida.